Exposición

Exposición. Comuneros: 500 años

¿Cómo hacer posible que una exposición represente un equilibrio de perspectivas frente a tan cruciales acontecimientos históricos? Partiendo de un compromiso ético que considera que el protagonismo corresponde a la trascendencia misma del momento histórico y sus consecuencias posteriores en los siglos venideros, la primera opción es la recreación de un marco que habilite la comprensión de una sociedad inmersa en unas circunstancias específicas, que va a vivir unos hechos trascendentes.

Recrear las distintas realidades castellanas, desde finales del siglo XV y hasta el fin de la guerra, en 1522, en unos cientos de metros cuadrados y a través de documentos, objetos, obras de arte, personajes y hechos, es el objetivo de una muestra que tiene entre sus pretensiones ahondar, comprender y reflexionar sobre un hecho histórico de gran alcance político y social, que condicionó la configuración del mundo conocido con trascendentales efectos y consecuencias que han llegado hasta nuestros días. El testimonio de un acontecimiento histórico de gran trascendencia social que incidió de una manera notable en la relación entre el poder de los gobernantes y los ciudadanos.

La exposición quiere presentar un momento de nuestra historia en el que mujeres y hombres, desde su dignidad, lucharon por alcanzar las libertades que hoy disfrutamos. El movimiento comunero no fue el resultado de unos hechos aislados, sino un proceso complejo que ha influido notoriamente en nuestra identidad como país, y forma parte ya de la propia historia universal.

Dentro del proyecto «El Tiempo de la libertad. Comuneros V Centenario», esta exposición es una de las actuaciones más importantes y significativas, que debe ayudar a la divulgación y al conocimiento de un momento crucial de nuestro pasado, aportando elementos expositivos que ayudan a contextualizar la época desde diversas perspectivas: política, social, cultural y artística. Pretende la sorpresa, la cercanía, la comprensión de un pasado que nos ayude a entender nuestro presente y a seguir construyendo el futuro, a través de un discurso didáctico y directo que haga llegar al espectador la importancia del movimiento comunero y su trascendencia histórica.

La aparición en escena de Carlos V como nuevo monarca de los territorios hispánicos va indisolublemente ligada a la temprana imagen de Carlos, como el busto que proviene del Museo Nacional de Escultura de Valladolid o la medalla diseñada por Alberto Durero procedente de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional. Una imagen que el monarca promueve como una forma de presencia en el vasto territorio que gobierna, que llega a Castilla a principios del XVI, y que despliega toda su influencia erasmista, con la exaltación de la sabiduría como cualidad esencial del monarca.

Es conocido el interés de Carlos V por la construcción de una sólida imagen regia, consciente de sus poderes simbólicos y propagandísticos, algo que le viene de tradición familiar, como se aprecia en la obra Maximiliano I y su familia de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, tipo de retrato de familia en el que se alude a una imagen del poder de la Casa de Austria.

La importancia de la genealogía, de los vínculos familiares y dinásticos son esenciales para la proclamación de los derechos a los que el monarca aspiraba y, en este sentido, queríamos señalar su vinculación con sus ascendentes familiares, que pueden verse en numerosos ejemplos, pero de los que son significativos la acuñación de moneda, donde se asocia claramente a sus abuelos, los Reyes Católicos, y que se aprecia en los ejemplares numismáticos del Museo Arqueológico Nacional.

Siguiendo con el valor simbólico de la imagen, Carlos se postula como candidato al imperio justo después del fallecimiento de su abuelo y, por tanto, se tornó importante vincular su persona a la de su predecesor, así como también a la monarquía hispánica, como atestiguan obras como el opúsculo Vivat Rex Calous o la Xilografía Carolus rex Hispaniae, de la Biblioteca Nacional de España. Este modelo de príncipe sabio que llegó a sus territorios hispánicos contrasta con una realidad diferente, la castellana, llena de crispación hacia su figura y su modelo de gobierno, materializada, entre otras cosas, en el propio conflicto bélico.

Muchas de las grandes familias del momento encabezaron el movimiento comunero, otras se alinearon junto con los ideales del nuevo monarca; en la muestra se hacen presentes algunas de las familias que protagonizaron este capítulo a través de sus linajes. Estos quedan representados, entre otras, en obras como el sepulcro con escudo de los Maldonado, del Museo de Salamanca; la naveta de los condestables de Castilla, de la catedral de Burgos; las tablas procedentes del Museo de Medina de Rioseco con los escudos de los Enríquez y los Cabrera; los tapices flamencos conservados en la catedral de Zamora asociados a los Mendoza, o el cáliz de los Fonseca, del Museo Catedralicio de Valladolid.

La muestra hace un recorrido a través de las piezas dedicadas a la importante actividad comercial que se desarrollaba en la Castilla del momento, especialmente vinculada a la producción lanera, y relacionada con las ferias, como la de Medina del Campo, lugares de intensos intercambios económicos, pero también culturales. Transitaron en estos espacios campanas de Malinas, platos de Núremberg, bordados de Basilea, tapices flamencos, pinturas, etc.

En este espacio habitado también tienen cabida ámbitos fundamentales dentro de la sociedad del siglo XV y principios del XVI, como es la esfera de la fe y la devoción. Aquí encuentran su lugar obras asociadas a la liturgia o a la representación plástica de la fe, así como las vinculadas a la devoción más personal. Encontramos, entre otras, la patena con el Agnus Dei del Museo Lázaro Galdiano, la virgen abridera del Museo Arqueológico Nacional, la cruz procesional de Gama, o el grupo escultórico de la Piedad del Museo de Segovia.

La muestra «Comuneros, 500 años» también se acerca a la esfera artística que acompañó este periodo, en tanto que fiel reflejo de ese mundo habitado, se constituye a su vez como un crisol de influencias, que muestra además muchas ambigüedades en torno al lenguaje plástico, más allá de la contraposición estricta entre dos estilos o épocas, muchas pervivencias y otras tantas novedades, y la aparición en escena de grandes nombres como Juan de Flandes, Diego de Siloé o Juan de Borgoña.

La vida cotidiana, que suele ser más silente en cuanto a lo que a cultura material se refiere, transcurriría en lo más esencial, en su mayoría entre objetos y materiales sencillos y de proximidad, con un carácter eminentemente utilitario. El tiempo nos ha legado testimonios de otras cotidianeidades más ricas, pero no por ello menos relevantes. En este sentido, la muestra cuenta con piezas tan extraordinarias y excepcionales dentro de la platería civil de la época como el jarro de pico y la taza del Museo Arqueológico Nacional.

Los momentos no ocupados por el trabajo o la guerra dejaban espacio, entre otras cosas, para el juego, la música o la caza; así, podemos ver obras relativas a la cetrería, como el panel de olambrillas del Museo de Santa Cruz de Toledo, la caja de juego del Museo Nacional de Artes Decorativas o el cancionero de la Catedral de Segovia.

El conflicto estalló en la primavera de 1521, las armas y el enfrentamiento se hacen protagonistas de este momento. Se vieron en el campo de batalla alabardas, culebrinas, ribadoquines, celadas, espadas o ballestas, piezas pertenecientes a las tropas reales y a las comuneras, y que pueden contemplarse en la muestra a través de los magníficos ejemplares que se conservan en la Real Armería y en la colección del Museo del Ejército de Toledo.

La guerra se manifiesta también a través del papel, de lo escrito, con documentos tan importantes en la historia del levantamiento comunero como la Carta a los traidores, la Sentencia y condena de Padilla, Bravo y Maldonado, los Decretos de Excomunión o el Perdón General, que por primera vez están reunidos desde el tiempo que los vio nacer.

El enfrentamiento entre ambas facciones ha pervivido en la memoria hasta nuestros días, una larga vida que se ha desarrollado fluyendo entre el silencio y la reivindicación, entre la memoria recuperada y la memoria creada. En este sentido, para terminar la muestra, una serie de obras nos hablan de la recuperación y apropiación visual del pasado a través de la pintura o el grabado. Un momento especialmente interesante en la relectura de los acontecimientos comuneros y de sus principales protagonistas fue el que se desarrolló a través de la pintura de historia decimonónica, que recuperó a los héroes comuneros en sus lienzos, vertebrando, y completando visualmente, el discurso liberal. Pinturas tan icónicas como Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo, de Antonio Gisbert, del Congreso de los Diputados, La batalla de Villalar, de Manuel Picolo y López en la colección BBVA, o La reina Juana en Tordesillas de Francisco Pradilla, procedente del Museo Nacional del Prado, recuperan a los nombres de las mujeres y los hombres más visibles dentro de la temática comunera.

Este momento histórico vivió sus transformaciones con el devenir del tiempo, y se convirtió en un hecho cultural a través del interés que despertó en dramaturgos, poetas, novelistas y músicos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. La recuperación en clave cultural del hecho comunero se hace patente a través de la pluma de Martínez de la Rosa, Víctor Hamel o Quintana, de los pentagramas de Joaquín Gaztambide o el guion y puesta en escena de Ana Diosdado.

La transformación cultural y la memoria colectiva, muchas veces alejada de la veracidad histórica, nos traen piezas tan interesantes como las atribuidas a los hechos comuneros por la sociedad civil. Piezas tan icónicas en la historia de la guerra de las comunidades como el pendón de los Arias Dávila de la iglesia de San Martín (Segovia), el Tambor de los comuneros del Museo catedralicio de Valladolid, o la Contraventana de la muerte y la vida, del Museo de Segovia, son algunas de las atribuciones que han acompañado la memoria de la guerra de las comunidades durante años, siendo depositarias de toda la tradición y cultura populares.

ESTRUCTURA:

La exposición se ha estructurado en tres ámbitos, que conforman el discurso expositivo de la misma. El objetivo general es configurar una didáctica divulgativa del movimiento comunero expresada en el entorno histórico, social y cultural de su tiempo.

I ÁMBITO. ‘COMUNEROS, EL MOVIMIENTO’. Presenta el proceso histórico de las Comunidades a través de elementos culturales materiales conservados hasta la actualidad. En este escenario se enmarcan los capítulos ‘Contra traydores y desleales’ y ‘Castilla en la encrucijada: la ruptura del equilibrio’.

II ÁMBITO. ‘COMUNEROS, EL TIEMPO HABITADO’. Busca contextualizar los acontecimientos políticos relacionados con el Movimiento.

III ÁMBITO. ‘DE LA REALIDAD AL MITO’. Recorre sus interpretaciones posteriores y las vertebra en torno al capítulo ‘Memoria recuperada, memoria creada’.

La exposición se inauguraba el 22 de abril en la sede de las Cortes de Castilla y León y ha permanecido abierta al público hasta el 20 de septiembre de 2021, con entrada gratuita en horario de lunes a domingo y visitas guiadas previamente reservadas.